Sería una obviedad afirmar que sin agresor no existiría el mobbing pero es por esta razón por la que los los primeros investigadores de este fenómeno intentaron identificar un perfil de personalidad del acosador. Se pretendía reconocer a potenciales agresores en base a una serie de características comunes y con un afán preventivo (por ejemplo, detectar a los potenciales acosadores en entrevistas de trabajo).
Estudios más recientes han puesto en duda que exista un perfil tipo en todo acosador.
Sí que parece que existen ciertos caracteres de personalidad que son comunes aunque no todas las personas que los poseense se convierten en acosadores ni todos los acosadores los comparten. En muchas ocasiones, esas características pueden ser condiciones necesarias pero no suficientes. A menudo tienen que concurrir, además, circunstacias que tienen que ver con el entorno laboral: el tipo de organización, la estructura del poder y liderazgo de la misma, las relaciones formales e informales, etc.
Se podría afirmar que ciertas personalidades encuentran caldos de cultivo adecuados (organizaciones) donde pueden dar rienda suelta a sus conductas de agresión.
Cabe también mencionar que muchos acosadores no se reconocen como tales. En un estudio realizado en España, los trabajadores tenían que posicionarse bien como víctimas, como acosadores o testigos del acoso laboral. Pues bien, aunque más de un 10% de los encuestados en dicho estudio declaró sentirse víctima de acoso laboral, nadie se reconoció en el papel de agresor.
La investigación científica y los autores más reputados han recogido una serie de perfiles o rasgos que son habituales en los agresores:
– La personalidad narcisista. Es sin duda uno de los perfiles más directamente relacionados con el acoso. El narcisista se considera una persona especial y única, merecedora de admiración y con fantasías de éxito y poder. Es un adicto que necesita su dosis de ego y reconocimento para poder vivir. El narcisita intentará quedar siempre por encima de los otros. Criticará el trabajo ajeno con el objetivo de mostrar su superioridad y mayor valía. Habitualmente intentará adoptar un posición moral superior, libre de tacha y con capacidad para juzgar lo que está bien y lo que está mal para, desde ahí, legitimar su crítica y su ataque a la víctima. Sin embargo, en muchas ocasiones, tras esta fachada se esconde la envidia hacia personalidades más libres, vitales y genuinas que serán sus víctimas preferidas.
– La psicopatía. Numerosos autores han identificado a los agresores con las características típicas de un psicópata: la falta de remordimiento, la incapacidad para ponerse e lugar de las víctimas, la utilización de la mentira, la manipulación, su egocentrismo, etc. No obstante, la alta incidencia del acoso laboral y la relativamente baja incidencia de auténticos psicópatas entre la población (en torno al 1%) hace poco plausible la hipótesis de que todos los acosadores sean psicópatas aun asumiendo que, precisamente por dichas características, es más probable que ese tipo de personalidades promocionen en las empresas y alcancen cargos de mayor jerarquía (un estudio famoso apunta a que las probabilidades de que un directivo en una empresa sea un psicópata se multiplican por cuatro).
Ciertos autores apuntan a una mezcla de ambos perfiles, así se habla del «perverso narcisista», de la «personalidad maligna» o del «sociópata agresivo sutil» (recordemos que la sutileza de la agresión es habitual).
– La envidia. Se puede definir la envidia como el sufrimiento con el bien ajeno o el disfrute con el mal ajeno. Esta suele ser una característica muy común en el agresor, sentir envidia por la persona a la que acosa, a la que quiere destruir, pues se siente mal cuando está feliz y, al contrario, se siente bien causándole un daño.
– La mediocridad. Según el profesor Rivera, los acosadores tienen lo que él define como «Síntoma de Mediocridad Inoperante». Serían personas que no sienten una presión por la excelencia y por eso la destruye o destruye a aquel que la busca. El mediocre inoperante activo teme trabajar en un entorno de excelencia y se siente más cómodo en un entorno de mediocridad por lo que va a tratar de imponerla.
– La necesidad de control. El acosador se muestra ansioso si no tiene todo bajo control. Para ello siente la necesidad de supervisar hasta el más mínimo detalle. La necesidad de control se volverá obsesiva para con la víctima. Obviamente si percibe algún error, este le servirá de excusa para humillar o hablar mal de ella a sus espaldas.
Además de las características de personalidad, otros autores se han enfocado más en determinar empíricamente las características socio-demográficas de los agresores. Aquí también hay debate pues los resultados de diferentes estudios han resultado, en ocasiones, contradictorios. Aún así parece que:
– Parece ser que las mujeres orientan su acoso hacia otras mujeres mientras que los hombres acosan a mujeres y hombres por igual.
– El acoso de jefe a empleado es el más habitual (un 70% de los casos) mientras que el acoso entre iguales (misma jerarquía en la organización) supone el 22% de los casos. En un 3% de los casos es el inferior jerárquico el que acosa al superior.
– Es importante mencionar que, a veces, ocurre una especie de «acoso grupal» ya que no hay un único acosador sino un grupo de varios.
– El acosador suele ser una persona muy identificado con la organización y, en ese sentido, un trabajador considerado prototípico de la misma (frente a la víctima que es percibida como «diferente»).
Finalmente, algunos autores han clasificado al agresor en función de las estrategias de acoso que utiliza. El Instituto Americano para el Bullying en el Trabajo define a los cuatro siguientes tipos de acosadores (siguiendo la traducción original):
– «El chillón histérico»: El más habitual. Controla el tono enocional de la oficina. Su humor es cambiante con estallidos habituales de cólera. Su objetivo es que se le tema precisamente por esas reacciones violentas.
– «El crítico constante»: Suele expresar críticas hacia todo el mundo y por cualquier cosa. Normalmente expresará esas críticas en privado aunque puede hacerlo tambien en grupo. Obviamente su exceso de celo quiere tapar su propia nedligencia o incompetencia.
– «La serpiente de dos cabezas»: Muestra un lado amable hacia los superiores reservando su brutalidad para sus subordinados. Basa su estrategia en el «divide y vencerás» para tratar de aislar a la víctima.
– «El Guardián»: Necesita mantener el control del departamento. Invierte tiempo, información e incluso dinero en detectar los fallos de la víctima para luego poder culparla de ellos.
Hay que decir que, independientemente de sus características, el objetivo final del agresor es la destrucción de la víctima, su aniquilación psíquica y moral y su cese como trabajador.