Pues sí, es importante ser capaz de diferenciar entre estos conceptos ya que sus causas, consecuencias y, sobre todo, sus tratamientos pueden ser muy diferentes.
Hemos venido diciendo que se podía entender el burnout como un tipo especial de estrés. Cuando se han experimentado altos niveles de estrés durante demasiado tiempo las defensas físicas y hormonales se agotan y es entonces cuando aparece el burnout. Por tanto, podríamos afirmar que el burnout es la última estación de un proceso de estrés laboral. Aunque a veces trazar una línea divisoria entre uno y otro no es fácil, en este cuadro recogemos las diferencias principales entre uno y otro.
El estrés sería, por tanto, una forma de activación (o mejor de hiperactivación) que tiene importantes repercusiones desde el punto de vista físico y cognitivo (falta de concentración y atención, hiperactividad, dolores musculares, dolores estomacales, cefaleas, etc) mientras que en el burnout las consecuencias son básicamente emocionales -aunque también se dan muchos de los efectos físicos que hemos mencionado-: falta de implicación, pérdida de motivación, cinismo, despersonalización, apatía, indefensión, etc.
Más sutiles son aún las diferencias entre burnout y depresión. Hasta el punto de que en la práctica clínica es muy fácil confundirlas. El profesional de la salud no familiarizado con el tema, al comprobar que la mayoría de síntomas son comunes, puede equivocarse y recetar ciertos fármacos o terapias para tratar la depresión lo que puede alargar el proceso curativo o ser directamente contraproducente por los efectos secundarios de esos fármacos.
La depresión y el burnout comparten múltiples síntomas: un estado de melancolía y tristeza, sentimientos de impotencia y fracaso, autovaloración negativa, negatividad ante la vida, irritabilidad, baja autoestima, problemas de sueño, etc. Según un reciente estudio de la revista International Journal of Stress Management, el 90% de los pacientes que fueron diagnosticados de burnout también cumplían los criterios diagnósticos de depresión.
Sin embargo, en la depresión, estos síntomas son más generales y afectan a diferentes áreas vitales, mientras que en el burnout suelen estar asociados a la faceta laboral. En esta tabla podemos ver algunas de las diferencias (a veces de matiz) entre un trastorno y otro.
Como se aprecia en la tabla, una de las diferencias fundamentales entre ambos es el propio tratamiento del problema. Mientras que en la depresión la farmacología puede jugar un papel fundamental, en el burnout puede resultar inadecuada. Este punto, por tanto, es de crucial importancia. Por otro lado, sería deseable que en el tratamiento de burnout, además de las medidas individuales a tomar para corregir la situación anómala, se pudieran también tomar medidas correctivas a nivel grupal y organizacional aunque esto, a día de hoy, es casi una quimera.
Finalmente, algunos investigadores del burnout como la Dra. Geri Puleo, afirman que éste podría ser una forma de trastorno por estrés postraumático ya que comparte con él algunos síntomas importantes como son:
- La existencia de un evento traumático o un estresor extremo sostenido en el tiempo.
- La respuesta a la situación que implica miedo, desesperanza y horror.
- Problemas con el sueño y pesadillas.
- Despersonalización.
- Cambios de humor frecuentes e irritabilidad.
- Evitación de actividades que puedan recordar el suceso traumático. Por ejemplo, es muy típico que la persona que sufre burnout abandone el sector profesional al que se dedicaba por no poder tolerar el recuerdo de la situación traumática.
Por todo ello, desde esta web recomendamos que la persona susceptible de estar sufriendo cualquiera de estos trastornos se ponga en manos de un especialista que determine exactamente la sintomatología y pueda dar un diagnóstico certero teniendo en cuenta que puede existir una alta comorbilidad entre estos trastornos.