Como hemos visto en “Cómo nos afecta el estrés”, las repercusiones genéricas del estrés son muchas y abarcan a diferentes ámbitos personales; fisiológicos, inmunológicos, emocionales y cognitivos.
En este epígrafe nos vamos a centrar en las consecuencias que a nivel laboral tiene el estrés. Muchas de estas consecuencias se derivan de los problemas genéricos.
Primeramente, hemos de mencionar el importante impacto económico del estrés. Según la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el trabajo genera unos costes de unos 136.000 millones de Euros al año. El estrés causa bajas laborales, ausentismo injustificado y “presentismo” (algo que, por cierto, no está contemplado en esos números). Además, el estrés disminuye la motivación del trabajador, genera sinergias negativas e disminuye la productividad laboral entre otros.
Pero son las consecuencias personales las que más nos interesan abordar en este apartado.
-Dificultad para concentrarse: La atención es uno de los procesos básicos a nivel psicológico. Nos permite concentrarnos en las tareas y procesar la información del entorno de forma óptima. La atención es uno de los primeros procesos que se ven alterados en situación de estrés, tanto por el cansancio como por el nivel de activación inadecuado que se padecen durante el estrés. La dificultad para concentrarse hará que se te olviden cosas, que no seas capaz de realizar una tarea durante un tiempo prolongado, que se tenga que releer un mismo texto varias veces, que tenga la sensación de tener la cabeza embotada o que se despiste fácilmente por cualquier cosa.
-Dificultad para tomar decisiones: Son varias las circunstancias bajo las cuales el estrés afecta a la toma de decisiones. Por una parte, el hecho de tomar una decisión puede generar estrés en sí mismo. Por otra, es habitual que la persona que estrés posponga la decisión hasta el último momento. También, el exceso de presión que lleva la toma de decisión puede elicitar la sensación de duda máxime si no se ha tenido tiempo o calma para valorar alternativas. Todo ello hace que el proceso de toma de decisiones se viva de forma negativa y maximice las posibilidades de escoger una alternativa equivocada.
-Deterioro y saturación cognitiva: el estrés, como las preocupaciones excesivas, pueden llegar a saturar la mente. Cuando la mente está saturada, de forma similar a un ordenador, los procesamientos son más lentos e impiden un rendimiento óptimo de “dispositivos” como la memoria, el lenguaje, la percepción, la atención, etc.
-Incremento de conductas perjudiciales. Es muy habitual que las personas que pasan por periodos de estrés recurran a ciertas sustancias o a conductas que pueden ser nocivas. Está probado que experimentar estrés conduce a un incremento del consumo de tabaco entre los fumadores, de alcohol, de drogas, de comida así como de otros patrones que pueden resultar disfuncionales. Además, el estrés muchas veces desincentiva la adopción de hábitos de vida saludables.
-Deterioro de las relaciones personales. El estrés y la preocupación generan “ocupación” mental. El estrés demanda a las personas una atención que las personas tienen que detraer de otros sitios. Normalmente, el estrés hace que se dedique un menor tiempo y se descuiden las relaciones personales, de pareja e incluso las de otros compañeros de trabajo.
-Ansiedad y depresión. Como hemos dicho, la sensación de no ser capaz de asumir la carga que implica el estrés hace que le dediquemos un esfuerzo extra para tratar de manejar la situación. Este esfuerzo extra genera ansiedad (miedo a un futuro incierto) y depresión (debido a pensamientos negativos del tipo “no valgo para nada”, “la situación me supera”, “soy un fracasado”, etc).
Finalmente, una situación de estrés continuado en el trabajo conduce al “síndrome de Burnout o del trabajador quemado” que tratamos específicamente en esta misma web (“Burnout”).